Esto lo tomé de un suplemento que no se si aun se publica en un periodico local. Se incluía en una sección de dicho suplemento llamada Cabaret Pop y era firmado por Roberto Castañeda. Me gustó, y pues lo comparto con ustedes. Espero les guste.

Es la hora en que los suicidas están mas vivos, cuando los gatos te miran sin recelo y los perros sueñan con tus huesos. Es la hora en que siempre sientes un escalofrío mientras miras un retrato de tu infancia. Es la hora en que duelen las derrotas, en que bebes para exorcizar las ausencias, para no llorar como un niño. Es la hora en que los ladrones observan desde la oscuridad hacia las ventanas. Es la hora en que el diablo compra almas.
Es la hora en que la carne es cara y las mujeres bailan semidesnudas en la penumbra agria de la rutina. Es la hora de los tragos, de las minifaldas, de las caderas anchas, de una mirada borracha, de un boca roja de carmín, de perfumes baratos, de cielos altos, de nubes en tu memoria, de poemas que nadie dice, de canciones que todos bailan. Es la hora en que los autos chocan en los cruceros y un cuerpo queda tendido en el asfalto.
Es la hora en que los policías tienen los ojos enrojecidos, los travestis te quitan el reloj y ciertas mujeres quieren tu corazón. Es la hora en que el tiempo sabe a ron y los antros sirven bebidas adulteradas y los meseros venden drogas y los jóvenes vuelan con alas de repuesto. Es la hora en que un cuerpo de mujer te salva de ti mismo y te descongela el alma y te sientes un poco más vivo, aunque en realidad tu cuerpo huela a olvido.
Es la hora en que estás solo y te ahogas en recuerdos, cuando tu cama es ancha, cuando no encuentras consuelo en los libros y cada canción te recuerda que la tristeza es un escarabajo que habita contigo. Es la hora en que las cucarachas tienen fiesta en la cocina. Es la terrible hora en que el espejo te devuelve miradas de hastío. Es la jodida hora en que de nada sirven las mentiras. Es la gris hora en que los ángeles de neón sobrevuelan la ciudad y un tipo se lanza desde su balcón.
Es la hora en que los políticos, los asesinos, los banqueros, los hipócritas, los hombres vacíos, los judiciales, los prófugos de la justicia, los cobradores de impuestos, duermen tranquilos. Es la hora en que nos han robado el sueño. Es la hora en que tomas la guitarra y cantas tus propias canciones que siempre hablan de lo mismo: del tiempo perdido, de las horas muertas, de mujeres de ojos grandes que te han dejado un gran vacío, de borracheras sin sentido. Es la hora en que tu guitarra tampoco quiere estar contigo.
Es la hora en que una balada es un asunto de cursis, en que la ternura es cosa de tontos. Es la hora en que el blues siempre te empuja a huir de tus miedos, a sentirte por siempre estúpido. Es la hora en que todos piden tequila y tu solo quieres dejar la bebida. Es la hora en que nadie sabe que el tiempo es nuestro peor enemigo. Es la maldita hora en que todos enloquecemos un poco más mientras el mundo gira sobre un eje podrido
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